Un Nuevo Estudio Destaca Cómo La Contaminación Plástica También Está Afectando A Los Mamíferos Terrestres
Incluso en los desiertos de la Península Arábiga, la contaminación por plástico no solo es aparente, sino letal, como se detalla en el reciente descubrimiento de un alarmante problema de plástico entre el animal más emblemático del ecosistema del desierto: el camello.
Al investigar más de 30,000 camellos muertos en los Emiratos Árabes Unidos, cerca de Dubai, los investigadores Dr. Marcus Eriksen, científico ambiental, y Dr. Ulrich Wernery, microbiólogo veterinario, descubrieron que el 1% de los camellos murieron debido a la ingestión de plástico que se acumuló por tiempo en sus tractos digestivos. Los restos de camellos muestran marañas comprimidas de artículos de plástico, principalmente bolsas de plástico, objetos que la pareja ha denominado “polibezoares”, que matan a los camellos lentamente bloqueando sus intestinos, desgarrando los órganos internos y creando las condiciones para una infección bacteriana.
“Es una muerte lenta”, dijo Eriksen. Sus palabras, en cierto sentido, son una metáfora de la crisis global, ya que los desechos plásticos se acumulan a lo largo de los años y llenan el planeta, son perdurables y no degradables.
Es un hecho bien documentado que la contaminación por plástico transportada por el mar se ha abierto camino en el tracto digestivo de la vida marina y las aves marinas, contribuyendo a las amenazas multifactoriales que ponen en peligro la vida animal en los océanos del mundo y sus alrededores. Sin embargo, ahora sabemos que la contaminación plástica no solo está matando criaturas marinas, está matando mamíferos en todo el mundo, muchos de ellos icónicos como el camello por derecho propio.
En el Ártico, por ejemplo, los renos se encuentran estrangulados por redes de pesca y cuerdas. En Zimbabwe, los elefantes que buscaban comida en un basurero abierto cerca de las Cataratas Victoria murieron después de consumir plástico que no puedieron digerir. Los desechos plásticos que dejan los turistas en el Parque Nara de Japón son consumidos por ciervos salvajes, que luego mueren debido a las inevitables complicaciones que esto causa. Los informes de animales muertos debido a la contaminación plástica se acumulan, destacando las crecientes consecuencias de una sociedad moderna basada en el consumo de plástico.
La naturaleza omnipresente de los desechos plásticos hace que incluso los animales más queridos en los lugares más remotos sean víctimas de su eternidad. Dado que la producción de plástico se cuadruplicará para 2050, según un informe del Instituto Polar Noruego, solo podemos esperar ver más animales llegando a su fin en una maraña de desechos plásticos si el rediseño del producto y la gestión de desechos no mejoran.
También, la invasión del desarrollo humano en los espacios silvestres solo aumentará el problema. Después de todo, el basurero convertido en cementerio de elefantes en Zimbabwe solo existe para servir a los centros turísticos cercanos, microcosmos de una industria turística global que fomenta la dispersión de viajeros por todo el planeta y deja una marea de plástico a su paso. Una marea que pone en peligro los preciosos ecosistemas y sus habitantes salvajes.
El turismo está lejos de ser la única industria culpable de inundar este planeta con plástico. De hecho, los desechos plásticos casi no están ausentes en ninguna industria globalizada, aunque algunas como las industrias del embalaje, la pesca y la textil contribuyen en una cantidad desproporcionada al problema.
Las enormes cantidades de plástico (procedentes de combustibles fósiles) que utilizan estas industrias terminan en nuestros desiertos, nuestros bosques, nuestros océanos, donde atrapan, obstruyen y laceran todo tipo de criaturas. O la madre naturaleza los degrada en pequeños trozos, llamados microplásticos, que se bioacumulan a lo largo de la cadena alimenticia. Si bien la contaminación plástica a menudo se considera un problema de los animales marinos, ninguna criatura es inmune a ella. Ni siquiera los humanos, quienes según estimaciones recientes ingieren unas 40 libras de plástico a lo largo de su vida, cuyos efectos sobre la salud aún no se comprenden bien.
“Nuestra huella humana es una fuerza implacable que no solo amenaza a todas las demás especies, sino también a nuestra propia salud”, dijo Tod Hardin, director de operaciones de Plastic Oceans International. “Es fácil señalar con el dedo y, a menudo, es válido hacerlo, pero no tengamos miedo de señalar también con el dedo a la persona que nos mira en el espejo. Todos debemos asumir alguna responsabilidad por este lío y juntos ser parte de la solución”.
Para complicar el asunto están las crisis imprevistas que agregan peso a la crisis de los plásticos, como la pandemia del COVID-19. En todo el mundo, cada mes se utilizan 129 mil millones de máscaras y la mitad de esa cantidad en guantes de plástico. Aún se desconoce dónde terminarán estos vestigios plásticos, pero uno puede estar seguro de que algunos terminarán en el estómago de un camello en algún desierto azotado por el viento, una ballena en medio del océano o un ave marina en algún punto aislado de tierra.
El tema de la contaminación plástica es un problema monumental ligado a los discursos de globalización, cambio climático e imperialismo, entre otros, que está teniendo un impacto incalculable en los seres vivos de este planeta. No importa si nos enreda, ahoga o aplasta, ya que es un problema de proporciones letales. La respuesta al problema es simple, aunque la ejecución y eliminación son más complejas, y los seres humanos tenemos un fetiche aprendido por los artículos de plástico que somos reacios o incapaces de entregar.
Henry Haney es un periodista medioambiental de Carolina del Norte. Su trabajo se centra en puntos de conflicto en el Antropoceno actual entre el ser humano y su entorno, identificando y resaltando puntos estratégicos de potencial resolución.
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