Una publicación de Peter Dauvergne (2018): “The power of environmental norms:
marine plastic pollution and the politics of microbeads”, publicada por Environmental Politics, nos habla sobre cómo las normas ambientales emergentes ganan fuerza y se difunden con mayor rapidez, cuando la evidencia científica acerca del daño ocasionado se consolida y además la resistencia política es relativamente débil. Las normas “Anti-microplerlas”, toman fuerza desde el año 2012 y apuntan a que se eliminen de los productos de cuidado personal como limpiadores faciales y jabones. Este año, 2018, el mundo se encuentra en camino a eliminar las microperlas de los productos de “enjuague” en el plazo de una década, reduciendo de ésta manera, los microplásticos que fluyen hacia océanos en un 1-2%.
Esto confirma el poder de las normas ambientales, sin embargo, ¿Cómo y por qué está ocurriendo una eliminación gradual y desigual en todas las jurisdicciones y países? Se crean lagunas, faltan plazos y hay límites en el alcance de las reformas. Por otra parte, se requiere fortalecer la difusión de normas como una forma de mejorar la gobernanza marina.
Hay mucho en juego, las soluciones son complejas y costosas, la autoridad es fragmentada entre jurisdicciones y las corporaciones parecen no presentan real interés en implementar soluciones.
Los avances en las investigaciones sobre la contaminación producida por microperlas sólidas de plástico y el impacto negativo de éstas en los ecosistemas y en la salud han alarmado a la comunidad internacional, quienes han presionado a los gobiernos y a grandes empresas para que se tome acción sobre este tipo de contaminación masiva, obteniendo como uno de sus primeros logros: la Ley de Aguas Libres de Microperlas (Microbead-Free Waters Act del 2015).
¿Microperlas?
Las microperlas son partículas de plástico sólido, de menos de 1 milímetro de diámetro, hechas comúnmente de polietileno (PE) u otros plásticos petroquímicos como el polipropileno (PP) y el poliestireno (PS), las cuales se utilizan en productos de cuidado personal, como exfoliantes y pastas de dientes. Lo alarmante sobre estas microperlas es que debido a su pequeño tamaño, han sido encontradas en zooplancton, aves marinas y corales, lo cual puede implicar que éstas se estén bioacumulando en la trama alimenticia.
Investigadores han demostrado cómo estas partículas pueden absorber y filtrar químicos tóxicos como el bisfenol A (BPA) y el mercurio (Hg). Además, en microperlas de los exfoliantes faciales se han encontrado nanoplásticos (partículas de plástico menores a 100 nanómetros), los cuales debido a su pequeño tamaño podrían llegar a traspasar las membranas celulares, desconociendo las consecuencias ecológicas y de salud que esto significa.
El activismo como propulsor
Las investigaciones relacionadas a esta problemática, han servido para impulsar movimientos activistas que han presionado a Gobiernos e industrias a tomar responsabilidad sobre la contaminación marina ocasionada por las microperlas.
El activismo anti-microperlas, inicia en el año 2009 con Anna Cummins y Marcus Eriksen, quienes un año después de navegar por la “sopa plástica” del North Pacific Gyre (Giro del Pacífico Norte), fundaron el “5 Gyres Institute”, siendo la organización líder en impulsar a la creación de la norma anti-microperlas. También junto a otras organizaciones, han alertado a la comunidad sobre ésto con otras campañas que han influenciado social, política y corporativamente, como la campaña “Beat the Microbead”. Así mismo, se ha difundido esta problemática a la comunidad a través de guías acerca de cómo elegir productos libres de microperlas con la “Good Scrub Guide” (UK’s Fauna & Flora International)
¿Cómo se ha reflejado en la legislación?
En el año 2014, Illinois fue el primer estado de EE.UU en prohibir las microperlas plásticas como reacción a la manifestación pública realizada en el año 2013, iniciada debido al hallazgo de microperlas en los Great Lakes (Eriksen et al. 2013), la cual tuvo cobertura de distintos medios y provocó la presión por parte de las ONG’s.
Sin embargo, dentro de estas iniciativas de desincentivar el uso de microperlas, se han observado diferencias que podrían llevar a un choque entre las normas de un estado y otro, e incluso entre países. Como por ejemplo las diferencias de las normas de Connecticut, en donde se decidió prohibir todas las microperlas, y las normas implementadas en Maryland, en donde se prohibieron las microperlas, pero permitiendo las microperlas “biodegradables”.
En el año 2015, se realiza la Microbead-Free Water Act (Gobierno de EEUU, 2015), la cual prohíbe la manufactura (1 de Julio de 2017) y la venta (1 de Julio 2018) de microperlas de plástico sólido en exfoliantes. Esta norma ha provocado una señal de aviso a las grandes transnacionales.
Las corporaciones
La respuesta corporativa a la norma se reflejó en que muchas transnacionales prometieron sacar las microperlas del mercado, sin embargo, muchas de ellas aseguraron que lo prometieron antes de la norma, como forma de proteger su imagen y captar al público que demanda los productos libres de microperlas, lo que nos lleva a pensar cuál es el real compromiso de estas corporaciones.
Además, las industrias han hecho lobby para permitir las microperlas biodegradables, diciendo que las microperlas han sido demonizadas frente a los consumidores, ya que representan sólo un pequeño porcentaje de la contaminación por plástico. Activistas e investigadores científicos no opinan lo mismo. Las microperlas biodegradables aún significan un riesgo para los ecosistemas ya que estas microperlas no se descompondrían en el agua fría y oscura que proporciona el océano, y que al igual que las microperlas plásticas, también pueden filtrar toxinas y químicos.
“Un proyecto de ley con el vacío de lo “biodegradable” es puro greenwash: suena bien, no hace nada.”
-Ed Gottlieb, Presidente de la Coalición para la Eliminación Segura de Medicamentos (citada en Saiyid, año 2015)
El Consejo de Productos de Cuidado Personal (PCPC por sus siglas en inglés), una asociación que representa a alrededor de 600 industrias de cosméticos y productos de higiene, ha apoyado la US Microbead-FreeWaters Act del año 2015. Sin embargo, también ha presionado para mantener el foco en sustituir las microperlas en vez de remediar el daño de la contaminación. Además, buscan ganar crédito al decir que esta disminución de microperlas la han hecho de forma voluntaria.
La demanda de productos con microperlas ha decaído constantemente desde el año 2014. Independiente de ésto, la información sobre el contenido de microperlas en los productos hechos y vendidos por firmas locales, en economías en desarrollo y emergentes, es particularmente difícil de conseguir. Por lo que sigue siendo un foco importante de contaminación por microperlas.
¿Y el Gobierno?
La gobernanza sobre la contaminación plástica es irregular, desigual y descoordinada en cuanto a sus jurisdicciones políticas, productos y corporaciones, debido a que no hay un acuerdo internacional o una institución que lo regule.
Las organizaciones se ven limitadas a agilizar la investigación, fomentar el diálogo y facilitar la cooperación entre iniciativas como Honolulu Strategy (2011), Clean Seas Campaign (2017), Oceans Conference (2017) y la llamada de Canadá a un compromiso sin plástico.
Reducir la contaminación por microperlas es más fácil que reducir las principales fuentes de contaminación por microplásticos, en donde las apuestas de las industrias son mayores, los intereses políticos más grandes, las soluciones más complejas y la resistencia a las normas ambientales más fuerte.
Al final del día, la gobernanza a nivel mundial está fallando en prevenir que la contaminación marina por plásticos se intensifique.
¿Qué viene ahora?
Basado en la información anterior, podemos concluir una vez más, que esta problemática es transversal a toda la sociedad, por lo tanto, para lograr combatirla se requerirá del esfuerzo de todos:
- Las corporaciones deberán reutilizar plásticos con el fin de lograr una economía circular
- Los productos deberán ser re diseñados
- Los consumidores deberán mejorar sus hábitos
- Las Municipalidades deberán mejorar su manejo de residuos y construir mejores infraestructuras
- Los legisladores deberán regular la exportación de residuos y aplicar la responsabilidad extendida del productor (Ley REP en Chile)
- Las organizaciones sin fines de lucro deberán establecer un Consejo de Administración Internacional para el Plástico
- Los Gobiernos deberán imponer nuevos estándares internacionales, planes y objetivos para regular los plásticos.
Datos que te podrían interesar
- Las microperlas forman entre el 1,5 – 2% de contaminación primaria de microplásticos (plásticos menores a 5 mm que entra al océano). Por su parte, la contaminación primaria de microplásticos representa entre el 15-31% del plástico total presente en el océano.
- Aproximadamente 800 trillones de microperlas llegan al sistema de tratamiento de aguas, llegando 8 trillones al agua cada día.
- Por lo menos 3.2 millones de toneladas métricas de microplásticos llegan al ambiente cada año. Poco más de la mitad quedan en la tierra, lagos y ríos, mientras que el resto llega al océano.
- La producción de plástico ha ido en aumento: desde el año 1950 al año 2015 la producción total fue de 8.3 billones de toneladas métricas, siendo la mitad hecha después del año 2004.
- Sólo la venta de botellas plásticas ha aumentado de 300 billlones en el año 2004 a 500 billones en el año 2016, y se espera que llegue a los 600 billones para el año 2021.
- El plástico se encuentra también en la ropa, neumáticos, cañerías, aparatos electrónicos, calzado, autos, cableado, materiales de construcción, entre otros.
- Alrededor de ¾ de todo el plástico producido ha sido desechado para el año 2015 con menos del 10% siendo reciclado.
- Los plásticos ahora conforman entre un 60-80% de la contaminación en lagos y océanos.
¿Y qué sucede en Chile?
Si bien las gobernanzas son diferentes en todo el mundo, el ánimo y la presión ciudadana para que se regularice con más detención parecen ser similares. Ésto se demuestra a través de innumerables reacciones que cada vez tiene la ciudadanía en torno al uso y regulación de las microperlas en artículos de cuidado personal y limpieza.
Tanto el Gobierno anterior, como el presente, han incorporado éstas problemáticas dentro de sus agendas políticas, con la finalidad de desincentivar el uso de algunos plásticos desechables. Tal es el caso de la nueva ley para prohibir las bolsas plásticas, no tan sólo en las 102 comunas costeras, sino también en la Capital (la cual contiene cerca de la mitad de la población de Chile), o la reciente ordenanza propuesta en Providencia, con el objetivo de desincentivar en forma progresiva con el uso de botellas plástica en la comuna.
Éste tipo de iniciativas son producto de una problemática en transición. Desde lo ambiental hacia lo social. Como Plastic Oceans Chile, apoyamos estas iniciativas y trabajamos de manera interdisciplinaria y colaborativa en los desafíos que conlleva. Reconocemos que esto es solo la punta del iceberg de plástico. Tenemos que ayudar esta transición, ya que elevar una prohibición, sea cual sea, debe ser acompañada de campañas de educación, soluciones en el mercado y alternativas para l@s consumidores.
Necesitamos un cambio sistémico en donde todos los sectores trabajen juntos para frenar la ola de plástico, comenzando en el Gobierno con sus normas y leyes.
Por lo mismo necesitamos normas en otras áreas, que regulen y promuevan hábitos nuevos. Un ejemplo muy claro es el reciclaje. Con tasas de reciclaje muy bajas (menos del 10% de los residuos domiciliarios) y un aumento en el plástico que entra en el mercado chileno, está claro que sólo el acto de reciclar, aunque mejoremos las tasas de reciclaje, no va a resolver el problema. TENEMOS que gestionar nuestros residuos en la forma correcta, revalorar la “basura” a través de una economía circular en la que los desechos no pierden su valor, hacernos cargo de los residuos que generamos y evitar comprar productos con envases y envoltorios plásticos innecesarios. En definitiva, ir reduciendo la tasa de consumo de plástico desechable.
Dentro de estos residuos, encontramos residuos generados por la población en sus hogares, en vías públicas, el comercio, oficinas e instituciones. A este conjunto de residuos se les llama residuos sólidos municipales (RSM), los cuales representan el 30% de los residuos generados a nivel nacional. Con respecto a estos residuos, si analizamos desde el año 1995, se han logrado bastantes avances. En ese año, la totalidad de los residuos tenían como destino los vertederos y basurales autorizados, pero que no cumplían con la legislación vigente. Avanzando al año 2005, el 40% de los residuos tenía ese mismo destino, mientras que el 60% iban a rellenos sanitarios que cumplían con la legislación sanitaria, sin embargo no cumplían con varias disposiciones ambientales y sanitarias.
Se estima que en Chile, la producción de residuos por habitante al año es de 384 kg, la cual es una cifra inferior al promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el cual es 550 kg de residuos al año. Sin embargo está claro que vamos por el mismo camino: generamos cada vez MÁS basura por persona. La gestión de los RSM está a cargo de las Municipalidades, quienes junto a empresas externas, manejan la disposición final de estos residuos, para la cual no se exige ni se implementa una gestión integral de residuos debido a que implica un mayor costo. Sin embargo, podemos ver que la mayoría de estos residuos pueden ser reutilizados o valorizados. Generar basura en Chile es barato, aun no existe un desincentivo o mejor dicho, un incentivo para generar menos basura como existe en algunos países Europeos.
La mala gestión de residuos se ve especialmente en comunas rurales y Municipalidades con pocos recursos, por lo cual la gestión de basura puede presentar muchos desafíos tanto para la Municipalidad como para los vecinos.
Por otro lado, a nivel mundial se ha presentado una problemática debido a la crisis del reciclaje por la nueva norma China, la cual ha vetado la importación de residuos (en su mayoría plásticos) al país, el cual ha reciclado plásticos desde la década de los 80, llegando a importar, en el año 2016, 7,35 millones de toneladas, correspondiente al 55,3% del total mundial. Actualmente en Europa la solución a esta crisis de reciclaje ha sido enviar a quemar la basura (waste to energy), que tampoco es una alternativa que vaya a disminuir el uso de recursos naturales.
Expuesto lo anterior, es importante aclarar que la legislación con respecto a la prohibición de microperlas, plásticos desechables, reciclaje y manejo de residuos a nivel mundial es dispar.
Las normas ambientales en Chile deben tener un objetivo sustentable a largo plazo, sin olvidarse de las medidas que necesitamos a corto plazo y el cambio cultural que se debe generar en toda la sociedad.
La sociedad informada es un bloque robusto que presiona a los Gobiernos a realizar mejoras donde los vacíos legales abundan.
¿Sabías de las microperlas?
¿Por cuál paso haz comenzado la batalla contra los plásticos desechables?
¿De qué manera ves posible una presión mayor hacia el Gobierno, para impulsar nuevas ordenanzas y leyes?
Cuéntanos tu opinión, tus puntos de vista y por dónde quieres comenzar.
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