Oficialmente se prohíben objetos como cubiertos, contenedores, globos, vasos, popotes y más

En Año Nuevo, después de dos años de preparación y lucha, la Ciudad de México se convirtió en una de las ciudades más grandes del mundo con prohibición de la mayoría de los plásticos de un solo uso.

Como era de esperar, este acto ha sido un poco controversial, con mucha discusión sobre sus ventajas y desventajas y si debemos dirigirnos hacia productos biodegradables o pensar en el impacto negativo que esto tendrá sobre los trabajos dependientes de los plásticos de un solo uso.

Pero primeramente, antes de entrar a toda esa discusión, hay que sumergirse en el contexto de esta legislación y lo que esto significa para la ciudad más poblada de Norteamérica.

A pesar del descontento que existe en cuanto a la temporalidad de esta ley, cabe recalcar que la reforma a la Ley de residuos sólidos del Distrito Federal, se realizó en enero de 2019. Lo primero en ser eliminado del mercado fueron las bolsas de plástico de un solo uso a principios del 2020. La prohibición de los demás productos desechables entraría en vigor en enero de 2021, con el propósito de dar dos años a la industria para poder innovar y transitar hacia alternativas libres de plástico de un solo uso. 

Concretamente lo que prohíbe esta reforma es “la comercialización, distribución y entrega de, (…) (productos plásticos) diseñados para su desecho después de un solo uso, excepto los que sean compostables”.

Estos son los productos, fabricados total o parcialmente de plásticos de un solo uso, que quedaron prohibidos:

Este ha sido un avance de gran importancia en cuanto a regulación de plásticos de un solo uso ya que en su momento en Ciudad de México fue la primera legislación que promovió la eliminación de diversos artículos cuya tasa de reciclaje es prácticamente nula, como los globos (Alianza México sin Plásticos 2019).

Ahora vale la pena aclarar qué son los famosos “compostables”, aquellos productos que sí podrían continuar legalmente en el mercado. Básicamente, los plásticos compostables son plásticos biodegradables que se degradan bajo ciertas condiciones específicas dentro de compostas industriales que permiten su descomposición (Green dot Bioplastics, 2020). Esto quiere decir que no se desintegran si simple y llanamente los enterramos en nuestro jardín. De hecho estos materiales, de acuerdo a estándares internacionales (ASTM D6400 en E.U.A. or EN 13432 en Europa) se deberán desintegrar en 12 semanas y biodegradarse al menos en 90% durante 180 días dentro de la composta industrial (Green dot Bioplastics, 2020). Pero sorpresa… México no cuenta con estas compostas industriales. ¿Qué sucederá con todos aquellos productos “compostables” que no puedan biodegradarse?

De igual forma los bioplásticos no necesariamente son biodegradables en un lapso de tiempo razonable y a pesar de estar hechos de materia orgánica, pueden tener otros aditivos como petróleo. Por ende es muy difícil determinar si estos plásticos terminarán afectando al ambiente o no. Por lo que son otro distractor que podría aparentar ser la solución a todo este problema, y así evitarnos la pena de hacernos responsables de nuestros patrones de consumo; problema en donde además, con tantos intereses de por medio, no existe una solución fácil. 

Alessandra Rojo de la Vega Píccolo

Alessandra Rojo de la Vega Píccolo, presidenta de la Comisión de Preservación del Medio Ambiente, Cambio Climático, Protección Ecológica y Animal.

Además, el simple hecho de promulgar una prohibición también despierta opiniones adversas. Se argumenta mucho que una prohibición es muy brusca y castiga mucho a las empresas plastiqueras cuyos ingresos dependen de estos materiales. Sin embargo, es así como los mercados dan puerta abierta a cualquier producto sin que realmente seamos conscientes de sus impactos, hasta que la ciencia evidencie las afectaciones que estos pueden generar. Así sucedió igualmente con la prohibición del DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) en 1972, un pesticida que demostró provocar graves daños al medio ambiente. Seguramente en su momento esto tuvo un gran impacto directo sobre sus fabricantes y los empleos que generaban. 

¿Pero hasta cuando vamos a justificar el beneficio económico inmediato por encima del envenenamiento del entorno natural del cual comemos, bebemos y respiramos? Lo que le hacemos al ambiente, nos lo hacemos a nosotros mismos a final de cuentas. 

Es momento de dejar a un lado los beneficios a corto plazo y pensar en los beneficios a largo plazo. Si bien la reforma impuesta en la Ciudad de México sí debería de ser más clara, por ejemplo con el manejo específico de los compostables, la “no regulación” ya no es una opción. No es posible, ni aceptable, que como sociedad sigamos aprovechando los vacíos legales para que alguien más (en este caso el ambiente y nuestra propia salud) pague los platos rotos. 

Este es un movimiento que se ha generado desde las presiones de la sociedad, un movimiento de “grassroots”, que ha abanderado la causa y comenzado a presionar tanto al sector privado como a los gobiernos. Se ha dado en muchos países alrededor del mundo, no se trata meramente de una iniciativa aislada por parte de México, sino algo global que de hecho esta llega ya varios años tarde a nuestro país. Este no es un llamado para señalar y satanizar a la industria. Esto es un llamado a concientizar y aceptar los impactos demostrados por la ciencia, a reinventarnos como sociedad, a innovar y adaptarnos a nuevos parámetros de vida.


Valentina de Leo es una internacionalista altamente comprometida con el cuidado del medio ambiente y los cambios socio políticos que se requieren para la preservación del planeta. Actualmente es parte del equipo de comunicación de Plastic Oceans México en la gestión de redes sociales con la tarea de concientizar, informar y presentar alternativas al uso de plásticos.