“El cambio climático es un problema creado por el hombre, con una solución feminista.” 

– Mary Robinson (primera mujer presidenta de Irlanda)

Hoy, 8 de marzo, celebramos el Día Internacional de la Mujer (también conocido como DIM), una celebración nacida del movimiento obrero, que fue honrada por primera vez en 1911 en solo unos pocos países europeos. 

Se hizo oficial en 1975, cuando la ONU comenzó a conmemorar este día, adoptando como su primer lema: “Celebrando el pasado, planificando el futuro”. Es importante que tomemos en consideración esta frase, ya que la mayoría de las veces somos propensos a pensar en el feminismo y el ambientalismo como dos luchas aisladas. ¡Pero piénsalo de nuevo!  

women and environementEstos dos comparten más de lo que creemos, y no podemos ganar una pelea sin enfrentarnos a la otra.

Así fue como nació un nuevo concepto: el ecofeminismo. Este término surgió como una fusión entre el movimiento feminista y el ecologista, ambos fundados por una conexión similar con la represión: la degradación ambiental y la opresión de las mujeres. Estos dos comparten una raíz común: la estructura de poder capitalista impulsada por hombres.

La estructura de la organización ha resultado en un mundo binario que separa al hombre de la mujer y al hombre de la naturaleza; lo que a su vez da como resultado un mundo donde las mujeres han sido sometidas y la naturaleza utilizada a la conveniencia del hombre.

Por lo tanto, las mujeres y el medio ambiente están sustancialmente entrelazados, y para resolver el cambio climático depende en gran medida de garantizar soluciones feministas en el aspecto social, económico y político.

Ahora se estará preguntando, ¿cómo se puede demostrar que esto es cierto?

Se ha documentado que las repercusiones del cambio climático afectan a más mujeres, (especialmente aquellas afectadas por pobreza), que a los hombres.

Los sectores de agricultura, agua y seguridad son solo algunos ejemplos más de las áreas donde los efectos, directamente de los cambios y amenazas ambientales, se pueden sentir en esta población. Las mujeres son las que más dependen de este tipo de recursos.

Y así, al igual que ocurren los desastres naturales, sin ninguna intervención humana (sequías, grandes tormentas, terremotos) estos traen desempleo, impactando directamente en las mujeres de clases medias y bajas al aumentar el riesgo de violencia, explotación sexual y trata. Asimismo, no podemos ignorar que crisis relacionadas con la contaminación, tienen consecuencias similares.

La contaminación plástica es una guerra interminable y lenta, en la que las mujeres de países como Malasia, Indonesia y Tailandia, entre otros, tienen que criar familias en vertederos de basura.

Como no se les valora lo suficiente como para tener trabajos “adecuados”, trabajan recolectando basura para vender, inhalando constantemente todas las toxinas liberadas por los plásticos y otros materiales dañinos. Y esto, como mencionamos anteriormente, aumenta los niveles de violencia, ya que los hombres intentan evitar los vertederos como lugares de tra

Lamentablemente, esta es solo una parte del problema de múltiples niveles que enfrentan las mujeres. La miríada de problemas van desde el hecho de que las mujeres representan solo el 30% de los organismos científicos en todo el mundo, que son partes esenciales del trabajo sobre el cambio climático y otras amenazas ambientales que enfrentamos constantemente, hasta cómo estos problemas causan migraciones masivas, que muchas veces se convierten en situaciones de refugiados, que a su vez, pisotean el equilibrio ecológico y los derechos humanos en el camino.

Entonces, queda claro que arreglar la brecha de género y trabajar juntos, juntos como iguales, es el único camino para resolver realmente el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación plástica y todas las demás crisis ambientales.


Susana Argüelles es encargada de proyectos para Plastic Oceans Mexico.